martes, 1 de febrero de 2011

Colombia requete-hiper-super-chévere

En la frontera de Ecuador con Colombia nos fue como siempre, ni entraron a la camioneta a revisar nada. Aprovechamos lo que quedaba del día para visitar el santuario Las Lajas. Parece que está colgada de la montaña y la arquitectura realmente es bella.

Iglesia Las Lajas

La primera noche en Colombia y aún con todas las recomendaciones de cuidado con esto, aquello y lo de más allá, se nos hizo de noche y nosotros sin saber a donde dormir; casi una constante en el viaje. Pasamos la noche allí mismo en el estacionamiento de la iglesia ya que parecía tranquilo y había un puesto de policía cerca. Todo marchaba bien hasta que a las 4:15hs por los altoparlantes suenan unos villancicos con sonido de disco de pasta y el párroco con voz monocorde insta a la comunidad a ir a la misa de las 5 de la mañana. Yo que el cura probaría con otra estrategia de marketing.

Salimos con la idea de llegar a Pasto pero a los 25km sentimos un zumbido muy leve en el tablero. Nos detuvimos y al levantar el capot vemos aceite desparramado sobre todo el motor. La bomba de la dirección hidráulica había tirado la toalla finalmente. Por suerte era una ruta concesionada con servicio de grúa y carro-taller, la única vez que pagamos el peaje con gusto. Felipe, el mecánico, dictamino la muerte de la bomba y solicitó la ambulancia para Blanquita.

Steven el niño de los porqués

La grúa tenía un cartel bien visible que decía: carga máxima 2000kg. Blanquita pesa 2700kg. Según el conductor no pasaba nada y la forma en la que manejaba dejaba claro que este dato menor no le preocupaba. Nosotros desde la cabina rogábamos que la camioneta no salga volando en la próxima curva.

La ambulancia de Blanquita

Volvimos a Ipiales y estuvimos 3 días para hacer una reparación temporal y poder seguir hasta conseguir una nueva bomba. Salimos con ganas a la ruta pero solo hasta Pasto llegaron nuestras intenciones. Ahí nos avisan que la carretera a Cali estaba cortada porque se había derrumbado un tramo de la ruta. Este invierno en Colombia llovió como nunca y muchas rutas están rotas. Pueblos enteros inundados y miles de evacuados.

Ruta derrumbada

Algunos nos decían que tardarían dos días en reparar la ruta, otros seis y hasta diez. Hay otra ruta que va por el Putumayo pero no nos la recomendaron ya que estaba en muy mal estado y en esa zona todavía hay guerrilla. Con ese panorama no nos quedaba mucho por hacer más que esperar.

Dicen que por una de cal otra de arena. Lo bueno de habernos quedado en Pasto fue que conocimos a Carmen y Jorge los dueños del estacionamiento donde dormimos. Nos trataron como si fuéramos sus hijos. Los días fueron pasando y nos invitaron a pasar navidad con ellos. En un principio íbamos a ser sólo nosotros cuatro pero a último momento se fue sumando gente y llegamos a ser 15.

Navidad en Pasto

Acá festejan muy diferente a lo que nosotros acostumbramos. A las 12 se hace un brindis con champagne y una porción de budín, se agradece el poder estar todos reunidos, se reza la novena y cantan unos villancicos. Recién después se come. En esta oportunidad comimos frito pastuso, una comida típica de la región que la preparó Carmen magistralmente. Consiste en trozos de carne de cerdo fritos con maduro (una variedad de plátano), papas hervidas y crispetas (pochoclo). Todo esto se come con la mano. Para la ocasión descorchamos un tinto malbec salteño que habíamos traído de Argentina y lo mismo hizo Marisa (la consuegra de Carmen) que es chilena y trajo un vino de su tierra. Entre chanzas sobre cuál era el mejor nos tomamos los dos. Luego vino el postre y otro brindis. A eso de las 5 de la mañana hicimos unos mates, Marisa los extrañaba y lo probaron todos, las caras de espanto eran para filmar, no entendían como nos podía gustar algo tan feo.

Un par de días después partimos hacia Cali, después de compartir una semana con Carmen y Jorge se nos hizo difícil despedirnos. Lo que comúnmente se tarda 9hs nosotros lo hicimos en dos días. La primera noche la pasamos en El Bordo en un estacionamiento. La dueña, Diana, vivía ahí con sus dos pequeños hijos, Juan Sebastián y Sileyiné. Apenas terminamos de acomodar el auto nos invitó un tinto (café negro) a cada uno. Vimos que los tres se tenían que acomodar en un solo cuarto. Al otro día nos despertó con el desayuno para Agu y para mí. Sabíamos que la comida no le sobraba pero no le podíamos decir que no a un gesto tan lindo ya que lo había preparado especialmente para nosotros y hubiera sido un desprecio a su hospitalidad.

Al principio fue un poco chocante para nosotros ver tanto militar armado con metralletas dando vueltas por ahí, sobretodo en la ruta. A nosotros no solo nunca nos pararon sino que al ver la patente nos saludan con el pulgar en alto. En la segunda noche yendo para Cali paramos a dormir en un retén militar. Para que no piensen que éramos un carro bomba les avisamos quiénes éramos y que íbamos a dormir ahí. No tuvieron ningún problema, al contrario, creo que para ellos éramos una distracción porque se nos ponían a charlar sin ningún tipo de apuro.

Ruta a Cali

A Cali llegamos al mediodía y la idea era quedarnos un par de días para disfrutar La Feria de la ciudad, una fiesta que se celebra del 25 al 30 de diciembre donde llega gente de toda Colombia y hay desfiles de todo tipo, eventos culturales y recitales.

Antes de llegar a Cali todos nos recomendaron mucho cuidado porque se la considera una ciudad peligrosa así que para dormir elegimos una estación de policía en un barrio tranquilo junto a un parque. Los chicos jugando en la calle y los vecinos tomando la fresca nos animaron a sacar la mesita al parque para tomarnos unos mates. Estaba tan agradable la noche que para la cena repetimos la operación, eran las once de la noche y nosotros cenando en el parque como si fuera nuestro jardín.

Como Pancho por su casa

A la mañana siguiente durante el desayuno ya los vecinos nos saludaban: “buen día”, “buen provecho” y algunos se nos ponían a charlar, en eso estábamos cuando se nos presentó Oscar, a los 5 minutos ya nos sentíamos como amigos de siempre y cuando nos invitó a su casa para que podamos estacionar tranquilos ni lo dudamos. Dejamos a Blanquita y nos fuimos a ver el desfile de autos antiguos y por la noche a las Canchas Panamericanas a bailar salsa, la entrada era un alimento no perecedero para los damnificados por las inundaciones. Algo que nos llamó la atención es que en la entrada decía que no se podía ingresar en estado de ebriedad o con bebidas alcohólicas y adentro no paraban de vender cerveza y petacas de aguardiente y el animador no dejaba de incitar a tomar el aguardiente que auspiciaba el evento. Contra todo pronóstico estaban todos alegres, bailando y nadie molestaba a nadie y no dejaron de invitarnos tragos de aguardiente, no se puede creer el aguante que tiene esta gente al alcohol.

En esta salimos todos

Bailamos hasta las 2 de la mañana y lo mismo hicimos el otro día pero hasta las tres, el dolor de pies no nos dejó más. Al día siguiente era 31 de diciembre y la familia de Oscar nos invitó a pasar año nuevo con ellos. La costumbre acá es esperar hasta las 12 para hacer un brindis y recién se cena. Algunas personas tienen como cábala correr tres vueltas a la manzana con una valija para que el año que comienza les traiga viajes. Es muy gracioso ver a la gente corriendo como loca por la calle cargando una maleta.

Corriendo como loco a las 12am del 1 de enero

Año nuevo en Cali

Después de cenar nos fuimos a la casa de la prima de Patricia a bailar salsa. Habían arrancado con el baile y el aguardiente a las 5 de la tarde y la cosa iba a seguir hasta las 12 del mediodía siguiente. No por nada a Cali le dicen la capital mundial de la salsa.

Empezamos el 2011 con toda la rumba

Pasamos un fin de año muy lindo y divertido. El primero de Enero nos levantamos tarde, tres días seguidos de rumba no es para cualquiera. Por la noche salimos todos a pasear por Cali, fuimos al monumento de Belalcázar, a la zona de San Antonio y al alumbrado. Lástima que en Argentina no exista la costumbre de alumbrar así las plazas porque la ciudad queda muy linda y no son solo un par de lucecitas, se lo toman en serio.

Alumbrado de Cali

El domingo hicimos un picnic en las afueras de la ciudad que terminó en un picadito nocturno con las chicas como campeonas indiscutibles.

Picnic nocturno

Vuelta olímpica

A la mañana siguiente Oscar nos tenía preparada una lista con mecánicos que nos podían conseguir una bomba hidráulica nueva para Blanquita y ya había llamado a varios. Los tres nos recorrimos los 100 barrios caleños y finalmente uno de ellos nos mostró una bomba usada que a simple vista parecía igualita a la que teníamos que reemplazar. Le dimos para adelante pero una vez instalada nos dimos cuenta que la similitud era solamente estética: la nuestra giraba en sentido anti-horario y la nueva en sentido horario. Combinamos las piezas de las dos bombas y salió un engendro Argento-Colombiano-Chino-Alemán que tampoco funcionó. Ya era de noche, el taller tenía que cerrar y la camioneta no andaba así que nos cerraron el portón y dormimos dentro del taller en Blanquita. Arriba del taller vivía Mireya con quien nos pusimos a charlar. Nos ofreció su baño y nos regaló una taza con forma de Papá Noel para que hiciera juego con la decoración navideña de la camioneta. Al final decidimos dejar la bomba que estaba y rogar que dure hasta Venezuela donde ya tenemos como conseguirla nueva.

Durmiendo dentro del taller

Estábamos buscando la solución a nuestros problemas mecánicos en el lugar incorrecto. Este elixir divino que pusimos al radiador fue el que hace que la bomba nos acompañe hasta estos días.

La solución a todos los problemas de Blanquita

Los días fueron pasando y Patricia se ocupó de hacernos recuperar, con agiaco, empanadas, jugos naturales y demás delicias esos kilitos que fuimos perdiendo en el camino. Hubo intercambio de recetas, nosotros aportamos pizza a la parrilla y hamburguesas caseras también a la parrilla.

Hamburguesas caseras

También hubo intercambio de juegos de mesa. Nos enseñaron el Parqués, un juego colombiano en el que después de dos horas uno puede estar en la misma posición de dónde arrancó y la única manera de ganar es haciendo trampa. Nosotros nos desquitamos enseñándoles el “chancho va”. Los vecinos habrán pensado que enloquecimos gritando “chancho va” a las dos de la mañana.

Patricia ajusticiando a los tramposos

El juego se fue de las manos

El momento de la partida era inminente pero de ambos lados nos hacíamos los desentendidos y aunque lo dilatamos ese día llegó. Nos fuimos tristes pero a la vez muy felices de haber conocido a una familia maravillosa. Gracias Oscar, Patti, Enzo, Osquitar, Vale, Don James y Graciela.

Despedida


Para ver todas las fotos de la entrada: click aquí

viernes, 31 de diciembre de 2010

Los toboganes asesinos de Ecuador

A Ecuador entramos con expectativas y sin mapa. Pasamos la aduana de Perú y luego de hacer unos kilómetros llegamos a una ciudad. Lo primero que pensamos era que sin darnos cuenta habíamos evadido la aduana de Ecuador. Luego le consultamos a la gente y nos dijeron que migraciones (papeles de las personas) se hacían en una oficina dentro de la ciudad y los papeles del auto en otro lugar. Si bien no estábamos legalmente dentro de Ecuador en la práctica sí. Sin apuro comimos algo, paseamos por la ciudad y luego nos fuimos a hacer los papeles de aduana.

Ya nos habían comentado que el diesel era mucho más barato que en Perú así que entramos con el tanque casi vacío. Paramos en la primera estación de servicio y para nuestra sorpresa costaba U$S1 el galón (3.8 litros), la cuarta parte que en Perú. Pao me cargaba cuando aliviado le decía al playero “llenalo nomás” como un potentado.

En la ruta nos paran en un retén policial y antes de pedirnos nada nos empiezan a gritar riéndose “che boludo” y demás modismos argentos. Cuando nos preguntan para dónde vamos les decimos que ni siquiera sabemos dónde estábamos. Les mostramos nuestro mapa copiado de internet a mano alzada y tras la gastada nos indican que podemos dormir en Machala hacia donde nos dirigimos.

Machala es la capital mundial de la banana. De su puerto salen 2.000.000 de cajones semanalmente, lo cual no nos pareció exagerado viendo las plantaciones de plátanos que bordean la ruta a ambos lados por kilómetros y kilómetros.

Dos días después llegamos a Cuenca que es la tercera ciudad más grande de Ecuador pero guarda un ritmo de pueblo. La venta callejera a la cual ya nos habíamos acostumbrado luego de varios meses brillaba por su ausencia al igual que los maléficos mototaxis. Nos pareció la ciudad más linda del país. Dormimos en el estacionamiento de Aída, lugar que nos habían recomendado Jöelle y Klaus.

Mural de Cuenca

Finalmente llegó el día de la partida. A las 8 de la mañana ya estábamos listos para salir y cuando le vamos a pagar a Aida nos invita a su casa a tomar un tinto (café negro). ¿Cómo decirle que no? Mientras vamos entrando sentimos un olorcito exquisito de pan horneándose. Resulta que Lucho, el esposo, tenía una panadería en la casa. A esa hora sacaba bollos y panes rellenos de queso que luego vendía en el mercado. Entre el café ecuatoriano, panes recién horneados y charla se nos fue pasando la mañana.

En la panaderìa de Lucho


Nos despedimos y antes de salir de la ciudad fuimos a comprar unas cosas de escalada que nos hacían falta. Ahí conocimos a Víctor quien también estaba comprando en la tienda. Luego de más de una hora de conversación nos recomendó ir a conocer a Héctor, un argentino que había viajado de Buenos Aires a Nueva York a caballo y luego se puso un restaurant de comida argentina en Cuenca. Hacia allá fuimos. (para ver la nota de Clarin de viaje de Hèctor: click aquì)

Héctor tiene ese no sé qué, ese carisma, que te hace sentir como en casa. Le invitó una milanesa a caballo a Pao y a mí carne a la parrilla. Hacía ya unos cuantos meses que habíamos salido de Argentina y extrañábamos como locos nuestra comida. El restaurant también funciona como karaoke. Para darle una mano le poníamos las canciones que la gente pedía. Para nuestra sorpresa lo más solicitado era Leonardo Favio y Leo Dan. Los clientes no podían creer que siendo argentinos no conociéramos ni una. Después vinieron los mates y así se fue haciendo de noche y nosotros seguíamos en Cuenca.

Con Hèctor y algunos borrachos


Al día siguiente nos fuimos a Cojitambo, una zona de escalada a 35km de Cuenca. En el refugio que hay allí conocimos a Yon y Catalina de Colombia que viajan en una moto hacia el sur de Brasil. Los cuatro pasamos unos diez días escalando, paseando y engordando.

Pizza argentina


Cangrejo entrometido


Cangrejo devorado


Seguimos por el camino de la sierra y llegamos a Riobamba. De casualidad conocimos a George que nos ofreció el garaje de su casa para pasar la noche. Al llegar resultó que la camioneta entraba justito. George me daba indicaciones para maniobrar. De repente vimos un chispazo y se apagó la luz de todo el edificio de departamentos. Habíamos enganchado con la claraboya de la camioneta el cable principal de alimentación. Salieron todos los vecinos a vernos incluida una señora que a viva voz se quejaba que no podía ver el final de la novela. Mientras nosotros nos moríamos de vergüenza sin saber qué hacer George nos tranquilizaba diciéndonos que no pasaba nada y que en un ratito él lo arreglaba. A la media hora volvió la luz y la vecina muy indignada se metió de nuevo en su casa sin saber el final de la novela.

Al día siguiente George tuvo que viajar bien temprano a Quito así que nos quedamos todo el día con la familia. Pasamos la mañana con Carmi y almorzamos todos juntos (eramos como 9). En la sobremesa María, la mamá, nos pregunta cuánto hacía que lo conocíamos a George, su hijo. Nosotros le explicamos que apenas la noche anterior. Quedó sorprendida ya que ella pensaba que nuestra amistad venía de mucho antes. A todos nos causó gracia el malentendido pero no cambió en nada esa sensación de estar compartiendo un momento con amigos de hace mucho tiempo. Aunque nos habíamos conocido ese día María se puso sentimental en el momento de nuestra partida y no nos quería dejar ir.

Vuela, vuela



De ahí nos fuimos a la ciudad de Baños. Dormimos en una estación de servicio y al día siguiente cuando nos levantamos Blanquita era Grisecita, estaba cubierta por las cenizas del volcán Tungurahua que se había activado hacía unas semanas.

Blanquita se transformò en Grisecita


Ahora entendíamos por qué la gente andaba con barbijo.

Como tomar birra sin ceniza

La noche siguiente hicimos el camino que nos acercaba al volcán. Desde ahí arriba se podían ver bien los ríos de lava y las erupciones. Como fuimos con Blanquita nos pudimos quedar hasta tarde y dormimos ahí, al costado del camino. Desde dentro de la cama se escuchaba el ruido que hacía el volcán, como el sonido de un trueno pero de mucha mayor duración. Unas semanas después la actividad del volcán fue mayor y tuvieron que evacuar a 30 personas de la zona.


Cuando uno piensa en Ecuador se imagina un lugar caluroso y soleado. Lo de soleado: olvídense. Siempre está nublado y casi a diario llueve por la tarde. Lo del calor: no en la sierra donde nosotros habíamos estado hasta el momento. Fue así que nos fuimos para la parte amazónica del país. Pasando por la ruta de las cascadas, donde las hay para todos los gustos, llegamos a Puerto Misahuallí. Ahí el único “peligro” son los monos que te revisan la bolsa cuando volvés del mercado o se meten en las casas y autos a revolver todo.

Nada simpàtico


Aprovechamos el calorcito para tirarnos por el río Misahuallí con cámaras de camión.


También vadeamos el río Las Latas con cascada incluida.

Cascada Las Latas


Todo es exuberante: las plantas, los insectos y las mariposas.

¡Y eso que mi mano no es chica precisamente!

En una parte del río se forman unos toboganes naturales de piedra. Primero fue mi turno y cuando Pao se iba a tirar el agua le hizo perder el equilibrio. Una pierna le quedó flexionada y así bajó sin poder frenar. Se raspó “mal” la rodilla y el pié. Unos días después se le infectó y terminó con antibióticos.

Tobogàn asesino no. 1

Fuimos al recreo Las Cavernas Jumandi que tiene unos toboganes de agua. Primero fue el turno de Pao y luego vine yo.

Tobogàn asesino no.2

En la curva final y con toda la velocidad me golpee la cara. Con tres cortes en la nariz nos tuvimos que ir para el hospital del pueblo.Así que ya saben: si se van a tirar por un tobogán vayan primeros. Ese día no nos quedó otra que descansar y reponernos de nuestras heridas. Pao con su pie infectado y yo con la nariz machucada no hacíamos uno entre los dos.

Llegamos a Quito por la tarde pero con el caos de tránsito recién por la noche conseguimos lugar para estacionar. Salimos a pasear un rato y en la plaza mayor había un recital. Nos acercamos y el cantante tenía cara conocida. Le preguntamos a un espectador y sí, era Rafael Correa, el presidente de Ecuador. Estuvimos a dos metros de distancia y logramos un saludo para Argentina. Ni siquiera una manifestación de obreros despedidos de una petrolera, que estaba a 50m del escenario, lo animaban a soltar el micrófono. Luego de cinco canciones y temiendo daños irreversibles en nuestros tímpanos nos alejamos.

Ya sabemos cómo hizo para que lo liberen sus secuestradores en el último golpe de estado: ¡cantando!


El resto de los días los dedicamos a recorrer el centro histórico de la ciudad donde las casas y locales mantienen el estilo colonial y abundan las iglesias. En especial queríamos entrar a la iglesia de La Compañía. Por dentro está prácticamente toda adornada con tallas en madera revestidas con láminas de oro. Una vez allí encontramos en la puerta a un guardia con cara de pocos amigos que nos cobraba entrada para ingresar y permitía un tiempo de permanencia de 10 minutos. Pusimos a funcionar la capochetta: si era una iglesia tenía que haber misa y no se puede cobrar la entrada a misa. En ese horario nos presentamos en la puerta nuevamente y vemos que la gente entraba sin pagar. Cuando nos mandamos nosotros nos detiene el guardia:

Guardia: -Para entrar tienen que pagar el ingreso.-

Nosotros: -Pero la gente está entrando sin pagar.-

Guardia: -Ellos van a misa.-

Nosotros: -Entonces nosotros también vamos a misa.-

Guardia: - Si van a misa no pueden caminar, se tienen que quedar sentados, no pueden sacar fotos y no pueden salir hasta que termine la misa. Eso es dentro de una hora.-

Nosotros: -O sea que a la gente la tienen secuestrada ahí adentro… por una hora. ¿Y si yo quiero entrar a rezar qué? Me obligan a rezar una hora.-

Guardia: -Ese es su punto de vista, hagan como quieran.-

Nos mandamos seguidos por la mirada del guardia que se moría de bronca por no poder cobrarnos. Ya comenzada la misa en la parte del Evangelio el cura lee “… a los pobres se les anuncia el evangelio” (Mt 11,2-11) parte que luego pasa a explicar. Mientras el sacerdote hablaba de pobreza nosotros mirábamos la iglesia forrada de oro. Al salir de misa lo que nos quedó en claro es que posiblemente “a los pobres se le anuncie el evangelio” pero los que lo anuncian de pobres no tienen nada.

Forrada en oro

Todo lo que brilla... es oro


Algo que no pudimos dejar de hacer es ir a la mitad del mundo, un parque que se encuentra dividido a la mitad por el paralelo cero (línea ecuatorial).

Mujer del norte, hombre del sur


En una plaza de Quito encontramos nuestro último tobogán asesino.

Tobogán asesino no.3: para niños bien machos


Como la tercera es la vencida apenas lo vimos salimos corriendo. Seguramente los padres foguean a sus vástagos en este tobogán de concreto y así los preparan para la vida en Ecuador.

Desde Quito teníamos dos opciones: ir a Cuyujas a escalar o a la costa a hacer playa. La primera la descartamos porque todavía le dolía mucho el pie a Pao y la segunda también porque el pronóstico no era muy alentador. Vimos que la frontera con Colombia estaba muy cerca y seguimos camino hacia allí.

Nos despedimos de Ecuador pasados por agua esperando que al entrar en Colombia despistáramos a la nube que nos venía siguiendo desde Cuenca, pero…

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Gracias Perú

8° latitud sur. A esta altura en la costa atlántica está Recife. Noviembre 7, pleno verano en el hemisferio sur y sigue haciendo frío. Dormimos tapados con el plumón y ni se nos ocurre meternos en el mar. Cuando planeamos el viaje pensamos que a esta altura estaríamos extrañando el aire acondicionado y no sabríamos dónde guardar la ropa de abrigo. Pero no es así. En Huaraz la gente nos dice que es invierno y no parece convencerse con el argumento que por debajo del ecuador en el mes de noviembre es verano.

De Paracas le apuntamos a Huaraz pasando por Lima. Sabíamos que la capital del país es famosa por su inseguridad así que decidimos no quedarnos. Cometimos el error de entrar en la ciudad y luego no sabíamos cómo salir. Estuvimos una hora y media pidiendo indicaciones que sólo nos llevaban a un nuevo embotellamiento. Hasta que finalmente dimos con nuestros salvadores: dos policías motorizados. Algo así como CHIPS pero con más onda, más temerarios. Nos dijeron que los sigamos que ellos nos iban a llevar hasta la salida de la ruta Panamericana norte. Prendieron las sirenas y se mandaron delate nuestro abriendo el tránsito. Escoltados por dos motos de la policía nos sentíamos como embajadores o estrellas de rock. Incluso en las intersecciones donde no había semáforo paraban el tránsito para que pasemos. Quedamos eternamente agradecidos a estos Baker (el rubio) y Poncharelo peruanos. Sin ellos todavía estaríamos luchando con taxis y minibuses.

Llegamos a Huaraz donde nos habían dicho que era uno de los mejores lugares del mundo para hacer trekking. Luego le agregaron la montaña más bella del mundo (Alpamayo), el mejor Pisco del mundo, el himno más hermoso del mundo, etc., etc. A esta altura ya nos dimos cuenta que los argentinos no éramos los más agrandados del mundo.

Nos instalamos en la plaza de la ciudad que para nuestra sorpresa era muy tranquila. Desde dentro de nuestra cama nos enterábamos de todos los acontecimientos que se festejaban. Así fue que no nos perdimos el aniversario de la escuela Albert Einstein de Huaraz y el Día de la Canción Criolla.

Fiesta del colegio Einstein

Día de la Canción Criolla

Hicimos los trekkings de las lagunas Churup y Llanganuco que nos parecieron normales. Lo que sí es una zona excelente para deportes de montaña. No pudimos esquiar porque los medios de elevación estaban cerrados fuera de temporada. También hay montones de cubres con muy buen acceso y de diferentes grados de dificultad. El único tema es que en temporada de lluvia, octubre a marzo, llueve prácticamente todos los días por la tarde así que estábamos limitados en lo que podíamos hacer.

Fuimos a escalar en roca a la laguna Antacocha. Un lugar hermoso y desolado con vías equipadas de hasta 180m. Por falta de información no llevamos suficiente equipo y no pudimos hacer cumbre aunque la pasamos muy bien.

Laguna Antacocha

En el camino de ida levantamos a una señora viejita que vivía en la montaña. Traía una bolsa de arpillera que cuidaba con recelo. Vimos que había algo adentro que se movía y le preguntamos.

Señora: Son cuyes (cobayos). Gordazos, recién comprados en el mercado.

Pao: En Argentina la gente los tiene de mascota, es como si te comieras a tu perro.

Señora: ¡Noooo! Están alimentados a pasto, bien dulces.

Para los que duden que los cuyes (cobayos) se comen, ahí va la prueba:


Foto de archivo. Cuzco 2008

Fuimos a las termas de Monterrey donde nos encontramos con este cartel:

Algo habrás hecho Jennifer

¡Qué chanchada habrán hecho Jennifer Aniston y Owen Wilson dentro de las termas para que los declaren personas no gratas!

También fuimos a escalar en deportiva a Hatún Machay que está a 4200msnm. Tiene más de 100 vías equipadas y buen acceso igual que Antacocha. A metros de las paredes está el refugio cuyo dueño es argentino. Junto con el refugiero Abraham, nos hicieron sentir como en casa.

Bosque de piedra de Hatún Machay

El segundo día, como siempre, se empezó a poner feo por la tarde y para nuestra sorpresa comenzó a… ¡nevar!

Inmediatamente nos invadió un deja vú y no sabíamos si estábamos en Calafate en invierno o en el norte de Perú en verano.

¿Hatún o Chaltén?


¿Chaltén o Hatún?

De ahí nos fuimos para Trujillo donde están las famosas ruinas de Chan Chan, la ciudad de adobe más grande de América prehispánica. La mayoría de los relieves de las paredes están restaurados con lo que pierde el sentido histórico. Por suerte la entrada no era cara (U$S 5 con guía). Lo que nos gustó fue la Huaca de la Luna. Era el templo de los Moches, cultura anterior a los Chimú quienes construyeron Chan Chan. Cada vez que moría el supremo sacerdote moche tapaban el templo con ladrillos de adobe y todo alrededor (en los 4 laterales y arriba) construían un nuevo templo. Como tuvieron 5 sacerdotes quedaron 5 templos uno adentro de otro como una mamushca. Entre el relieve y la pared de adobe quedó una capa de aire, por esta razón los relieves pintados de las paredes se mantuvieron en excelentes condiciones y todavía falta desenterrar la mayor parte. Supongo que en unos años cuando avancen más con las excavaciones va a ser realmente impresionante.

Ai apaec, el dios decapitador de los Moches

Seguimos para los balnearios del norte famosos por ser uno de los mejores lugares del mundo para surfear. Primero fuimos a Huanchaco donde el agua seguía helada y luego a Pimentel. Ahí cerquita está Lambayeque donde se encuentra el Museo de las Tumbas Reales de Sipán. Ya nos habían comentado de lo impresionante de este museo y no se quedaron cortos. Allí se exhiben los hallazgos de 14 tumbas de la cultura Moche. Entre ellas se encuentran las de dos supremos gobernantes y de un supremo sacerdote. Al morir no dejaban nada a sus herederos de manera que eran enterrados con todas sus pertenencias (incluidas mujeres y perro): collares, orejeras, estandartes, etc. de oro, plata y cobre. El museo construido expresamente está muy bien diseñado y con una seguridad acorde al valor de lo que guarda. Por ello es que no te dejan sacar fotos así que se las debemos. Creíamos que nos iban a matar con el valor de la entrada pero no resultó ser así, apenas U$S4 con guía.

En Sullana paramos en la estación de servicio Marcavélica a preguntar si nos podíamos quedar ahí a dormir pero en cuanto vieron la patente argentina ya nos estaban haciendo lugar. Los dueños resultaron ser 3 hermanos divinos: Violeta, Ronald y Jimmy. Ronald había estudiado en La Plata hace unos años, nos invitó a cenar a un restaurant chino y nos mostró toda la ciudad. Curiosamente allí también habían parado Herman y Candelaria Zapp en su viaje a Alaska y otros argentinos más que casual o causalmente terminamos sin saberlo en este lugar atraídos por la buena onda de esta familia. A la mañana siguiente no nos pudimos despedir de Ronald y Jimmy. En su lugar estaba Violeta que nos regalo dos bolsas gigantes de chifles (banana frita) y una cocucha de 3 litros para el viaje. Ya recibimos el mail de Ronald retándonos por no esperarlo para almorzar, queda para la vuelta.

Con Violeta, chifles y cocucha

Continuamos con el recorrido por los balnearios y en Órganos (no es joda se llama así) nos cruzamos con Majo y Lucho que viajan en combi hasta Mejico (www.kombisudaca.com.ar) y con Mariano surfista y pintor, super buena onda compartimos cena y anécdotas de viaje, como ya es costumbre con nuestra llegada también vino la lluvia pero no para tanto y así pudimos festejar el cumple de Magui con unas pizzas a la parrilla al aire libre que preparó magistralmente Lucho.

Lucho, el maestro pizzero

Reunión de la colectividad argentina de Organos

Finalmente llego el dia y luego de 7 meses de viaje Pao se metió al mar, con Majo se llevaron la cámara y estuvieron como dos niñas jugando y sacándose fotos, por cuestiones de espacio solo subimos 5 de las casi 70 que sacaron.

Las chicas se divierten

Nuestra última parada en Perú fue en Puerto Pizarro. No se porqué nos imaginamos que el pueblo iba a ser lindo pero no fue así. Lo que no tenía de atractivo el lugar lo tenían sus pobladores. Como siempre buscamos el cuartel de policía y nos estacionamos al lado luego de pedir permiso. De adentro de la camioneta escuchamos que un grupo de chicos intentaba hablar en inglés. Pao salío y desconfiados de su perfecto español preguntan: -¿Si son argentinos entonces porqué hay un gringo adentro?- Por supuesto ese era yo.

Luego salió el comisario a charlarnos. Después de tocar temas triviales pasó a su real interés: Dios y su intención de evangelizarnos. Arrancó con el profeta Abraham y no paró hasta el Apocalipsis. Nosotros no teníamos otro lugar donde dormir así que nos comimos hora y media de prédica del comisario pastor. Cuando empezamos a bostezar sin disimulo se dio cuenta que con nosotros no había caso, se despidió con un “que Dios los bendiga” y se fue a hacer la ronda nocturna.

Gracias Perú. Un país con lugares hermosos y gente más hermosa aún.